sábado, 15 de octubre de 2011

Sobre la minería

El 5 de agosto el ministro de minas y energía, Carlos Rodado Noriega, presentó ante representantes del sector privado la reforma a la minería, con la cual se espera que la explotación minera pase de un crecimiento del 3,2%, en los últimos cinco años, a uno del 9,5% para el 2020, lo que promete ser, entonces, uno de los motores de la economía colombiana. No obstante, hay quienes no están del todo de acuerdo con el optimismo frente al sector minero. Tal es el caso del senador Alexander López y del miembro de la Red Colombiana Frente a la Gran Minería Transnacional, Mario Valencia. Ellos creen que las pequeñas y medianas empresas mineras quedarían fuera de competencia, y que la explotación desenfrenada por parte de las empresas transnacionales puede traer serios daños al medio ambiente.
Lo cierto en todo este asunto es que las políticas están enfocadas al crecimiento económico per se, dejando de lado otras cuestiones sumamente importantes. ¿De qué le sirve al país crecer en su economía si aquello significaría un deterioro del medio ambiente y un perjuicio a las comunidades? Y es que Ingeominas ha otorgado títulos mineros en páramos y reservas forestales, sin los cuales se pondría en riesgo no sólo el ecosistema como tal, sino la provisión de agua para los colombianos. Por este motivo me parece indispensable precisar la reforma minera y, por tanto, los invito a ustedes, lectores, a que exijamos la creación de una institución que sí esté facultada para garantizar una explotación amigable con el medio ambiente.
Según ‘La silla vacía’, Ingeominas otorgó durante el segundo gobierno de Álvaro Uribe un total de 38 títulos mineros que equivalen al 0,3% del total de las áreas de Parques Nacionales. Así mismo, se encontraron 630 casos de concesiones en páramos, algunos de ellos en zonas tan relevantes como el Macizo Colombiano, donde nacen los dos ríos más importantes del país: el Magdalena y el Cauca. Todas estas cifras las publicó el Ministerio del Medio Ambiente, pero no parecen tener suficiente eco en el Gobierno. De hecho, se ha diseñado una política descaradamente flexible con el fin de atraer la inversión extranjera, creándole a las multinacionales un panorama sumamente alentador para ganar dinero. Sin embargo, enriquecer a los más ricos definitivamente no es una razón que justifique arrasar  con la naturaleza de forma irreversible. Ya el ex ministro del Medio Ambiente, Manuel Rodríguez, ha manifestado los terribles efectos que puede generar la explotación minera: contaminación del agua, la erosión del suelo, la deforestación y el agotamiento de los ríos.
Tras el vergonzoso escándalo de Ingeominas el Gobierno se ha visto en la necesidad de hacer unas cuantas reformas. El ministro Rodado Noriega afirma que con los ajustes realizados al Código Minero se evitarán problemas ambientales gracias a la elaboración de un mapa de las áreas en las que se puede y no se puede permitir la explotación, teniendo en cuenta que se deben proteger las reservas forestales y los páramos, y asegurando una minería sostenible. Sin embargo, esta iniciativa (como muchas otras en este país) se queda en el papel, porque ha pasado un mes desde la presentación de la reforma y ya la multinacional Anglo Gold Ashanti (AGA) está en negociaciones para obtener la licencia de explotación de la mina de oro de La Colosa, en el Tolima, la cual pondría en riesgo la reserva forestal Central y el río Coello. Sin duda alguna ni a la AGA ni al gobierno le importan mucho los árboles y ríos, mucho menos la gente que depende de ellos. Inclusive, se han concedido 71 títulos sobre 14.708 hectáreas de reservas forestales protectoras, que son las que garantizan el agua que consumimos los colombianos, pues en ellas se encuentran numerosos nacimientos de ríos.
Esto resalta una vez más que las políticas colombianas no suelen tener en cuenta absolutamente nada más aparte del factor económico, la gente y el medio ambiente (entre otros) quedan relegados a un segundo plano, o mejor, a un décimo, centésimo o milésimo plano. Muy bien se sabe que "por la plata baila el perro", y es que nada en Colombia importa más que el dinero. Se aprueban y desaprueban leyes, se otorgan conceciones, se devuelven favores, se destruye la naturaleza...y todo gira entorno a los fajos de billetes que llenan los bolsillos de los políticos y las grandes empresas.
A la AGA y otras multinacionales que quieren lucrarse desmedidamente a costa del rico territorio colombiano les queda de perlas la frase de Emmanuel Berl que dice: "El burgués es un hombre que tiene dinero y consideración, y que siempre quiere más dinero y más consideración". Ya estas empresas tienen plata a más no poder, pero no les vasta lo que ya poseen y tienen el respaldo del Gobierno para seguir enriqueciéndose.